Leer y comer: Ruta gastronómica por el Madrid de los escritores

madrid de los escritores

Madrid es un vergel de inspiración para nuestros escritores favoritos. Muchos de ellos han sentido la visita de las musas en pleno festín nocturno o en medio de una copiosa comida en nuestra ciudad. La cocina madrileña y la literatura están mucho más emparentadas de lo que cabría esperar. Ambos placeres se retroalimentan en Madrid y por eso hemos recogido historias de sobremesa, relatos de noches bohemias y recetas de mitos literarios sentados en la mesa o apoyados en la barra de nuestros bares. Bienvenidos al Madrid de los escritores.

madrid de los escritoresUn galán perdido en la noche

Después de diversas y tortuosas andanzas por las principales capitales europeas, Giacomo Casanova pone rumbo al Madrid del siglo XVIII, quizás porque era el último lugar de Europa donde sus líos de faldas aún no eran conocidos. En la ciudad se enamora de tres conceptos muy arraigados en nuestra cultura: la cocina, las mujeres y el fandango. Instalado en la Fonda de la Cruz, en Sol, donde los pestillos se encontraban en el exterior de las puertas para que la Inquisición pudiera interrumpir cualquier polvo incestuoso, el mítico galán se perdía en la noche donde descubrió sus tentaciones. En ella creyó encontrar un local maldito de nombre la Casa del pecado mortal en la desaparecida calle del Rosal, hoy parte de la Gran Vía. En este hogar del amor de saldo disfrutaba de un plato típico de la gastronomía castiza en forma de potaje de garbanzos, y una alcoba caliente, en la que caía rendido en la cama de La Dama Duende. Esta mujer encandiló a Casanova con un truco con el que creaba fuego con las manos. Poco después se fue de la ciudad para no volver, a finales de 1768.

 

madrid de los escritoresEl cocido madrileño de Víctor Hugo

El autor de Los miserables, Nuestra Señora de Notre – Dame o Hernani era un tipo peculiar. Con solo nueve años, en 1811 llega a Madrid con su familia. Su padre era un general prestigioso y Napoleón le destinó a España para aplacar a los rebeldes madrileños. Dejó a sus hijos en el Colegio de San Antón, un centro educativo religioso de la calle Hortaleza que ahora es una importante sede sindical. El lugar se había acicalado para recibir a los benjamines de los mandos del ejército napoleónico en la capital. A pesar de vivir durante dos años junto a 20 niños en un espacio creado para atender a 500 estudiantes y de seguir las estrictas directrices de dos escolapios, la experiencia le dejó un sabor de boca muy positivo. Víctor Hugo siempre reconoció su pasión por la ciudad. La causa se debe a los golosos desayunos a base de chocolate con churros que unas monjas les acercaban a los niños. Además, un genuino aroma a cocido madrileño le acompañaría durante su existencia convirtiendo este castizo plato, que comía a diario en Madrid, en uno de sus favoritos.

madrid de los escritoresEl café bohemio

Otros grandes escritores eran más comedidos a la hora de comer fuera de casa. El genial Benito Pérez Galdós era uno de ellos. Este bohemio era todo un hipster primigenio y llegó de Las Palmas para narrar con maestría los sucesos callejeros y políticos del siglo XIX madrileño y dinamizar las tertulias de los cafés de la época. Su vida se entremezclaba con sus líneas literarias cargadas de referencias a la vida urbana de entonces. Algunos de sus lugares comunes yacen en el olvido de la historia, otros aún permanecen en pie con sus viejos sueños. La Fontana de Oro, en la zona de Sol, es el nombre de una de sus famosas novelas que relatan las dos caras de una ciudad decadente. En ella, Benito se tomaba un café mientras observaba o tomaba partido en el atril, donde ahora se encuentra un busto suyo y otro de San Patricio, tratando de modernizar a aquella España tan desfasada. Hoy en día, las pintas de cerveza del nuevo local no eclipsan las viejas historias sobre el club patriótico, los relatos de intelectuales sin fortuna o las siete vidas del gato llamado Robespierre. Otro lugar donde Galdós se sentía como en casa era el Café Universal, en la puerta del Sol. Allí lideraba la tertulia canaria, compuesta por inmigrantes isleños de postín.

madrid de los escritoresMadrid es puro esperpento

Valle – Inclán rompió el molde de la bohemia. Nadie como este gallego para representar al escritor errante de barra en barra. Pocos lugares de Madrid a finales del siglo XIX y comienzos del XX no contaron con la presencia de este genio creativo arrollador. Su carácter y su radical visión de la literatura le llevaban a probar sus puños en plena Carrera de San Jerónimo con Pío Baroja o Unamuno. Su capa y su barba de chivo le hacían tan reconocible como su estricta dieta: solo comía sólido un día de cada tres y el resto de la semana sobrevivía con tés y agua caliente. Todo en su vida era esperpento llevado al límite. Unas vivencias transcurridas en las tertulias de lugares como el Café del Sol, el Suizo, el café de Levante, el Gijón, Lhardy o el Café de la Montaña.

En este último se desató una tremenda discusión con su amigo, el periodista Miguel Bueno, que le llevó a perder su brazo izquierdo. Su obra maestra Luces de bohemia aún sigue siendo un retrato certero de Madrid. A finales de marzo se organiza cada año un recorrido por los lugares de Max Estrella, su atormentado protagonista. El tour incluye Casa Ciriaco, en calle Mayor, la Buñuelería Modernista, mote que le dio a la chocolatería de San Ginés, la taberna de Pica Lagartos, que describía como un antro chungo en Montera, el café Colón y el de la Montaña para terminar en el mítico callejón del Gato donde un espejo convexo y otro cóncavo desfiguraban la realidad.

madrid de los escritoresErnesto, un yanqui en la corte

Ernest Hemingway tuvo un flechazo con Madrid. Al viejo reportero de guerra le fascinaban sus calles, sus comidas y sus licores. Durante la guerra civil vivió hospedado en el Hotel Florida de Callao, hoy transformado en un Corte Inglés, donde conoció a Martha Gellhorn (que se convertiría en su pareja). Desde allí le gustaba remontar la Gran Vía hasta el Museo Chicote. Entre sus paredes dijo: “En la comida hay algo de poesía”. El escritor americano era un amante fiel de la gastronomía pero su mayor pasión era la bebida. Apostado en la barra del mítico local perdía la cuenta de los Papa Doble que se bebía. Este cóctel fue ideado por Chicote para aliviar una obsesión del escritor por huir del azúcar debido una diabetes imaginaria. Mediante el licor marraschino podía eliminar el azúcar de su exigente dieta etílica que no se terminaba en Chicote. Para ello llevaba a todas partes un termo de un litro que rellenaba con las creaciones del icónico coctelero que le hechizaban.

Tras degustar diez de sus especialidades en poco más de 8 horas e irse sereno a escribir, alguien le preguntó como era capaz de mantenerse sobrio. Su respuesta: “Beber de pie”. En Chicote maridaba su Papa Doble con unas patatas marinadas en aceite de oliva salpimentadas a rabiar. Más allá de su barra predilecta, Hem no perdió el tiempo. Sus platos favoritos eran las aceitunas aliñadas con ajo, el estofado de conejo, el pulpo, la paella de La Pepica, el lechal y el cochinillo de Botín. Emilio Botín trató de enseñarle a hacer una paella pero el escritor prefirió no profanar un plato que le fascinaba. En el restaurante El Callejón solía comer con su mujer Martha disfrutando de sus platos de cuchara y del clarete de Valdepeñas. Su ruta foodie es interminable: la Cervecería Alemana, “idóneo para unas cervezas y un café”, el extinto Bar Álvarez en Princesa, donde acompañaba su birra con gambas o La Venencia en Echegaray donde se inflaba a brandy. También se dejaba caer por el antiguo Matadero donde disfrutaba del despiece de las reses. Hemingway se comió Madrid con veneración y nunca ocultó que fue uno de los lugares que le hicieron sentir algo tan fugaz como la felicidad.

madrid de los escritoresVeinte poemas de amor y una ciudad desesperada

Los versos se le caían de los labios al gran Pablo Neruda. una de sus fuentes de inspiración vital fue Madrid. Desde joven se sintió atraído por la ciudad que había albergado a grandes magos de la literatura en castellano. Su sueño se cumplió en 1934 cuando su amigo Carlos Morla Lynch le ofreció un cargo de agregado consular en la embajada de Chile. Morla era además amigo de Lorca, al que presentó en la casa donde instaló a Neruda, la conocida como Casa de las Flores. Los dos poetas hicieron buenas migas y el chileno se incorporó feliz a la brillante Generación del 27. En los bajos de su hogar madrileño, existía una taberna donde solía comer acompañado de literatos palometa frita con vino de Valdepeñas. Además, le gustaba visitar el mercado de Argüelles para fascinarse con sus olores y obtener verduras para cocinar ají, su plato estrella. En la calle Princesa existía un local cuyo nombre se perdió en las brumas del tiempo donde se reunía con el pintor Rosales y su buen amigo Lorca. En la calle Jovellanos, aún existe Casa Manolo, donde a pesar de los años se pueden evocar los cocidos y los asados de carne con los que se deleitaban Neruda y el poeta granadino. En alguno de los bares que visitaba le gustaba ejercer de barman al igual que durante las fiestas en su casa para regocijo de Miguel Hernández o Rafael Alberti. El Madrid más poético lloró su partida en 1936.

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Foto: @chiaracabrera

Un lugar para crear un mito

Pocos podemos imaginar a Arturo Pérez Reverte como un icono de la bohemia más trasnochadora, pero aún así una obra suya guarda un paralelismo sorprendente con un local de Madrid. El restaurante Los Galayos es un referente de la cocina más tradicional que se encuentra en la calle Botoneras, en pleno corazón del Madrid medieval. De su cocina sale el cochinillo a fuego lento como si de un viejo ritual se tratase, conservando la receta originaria. En su carta destacan también los callos y el cocido madrileño. Sus salones de inspiración en el medioevo fueron el marco idóneo para que una mente inquieta como la de Reverte comenzase a fabular. Mientras disfrutaba de lo más notorio de la cocina tradicional empezó a pensar en un personaje con sombrero de ala ancha, un adalid de la justicia y del honor marcado por la desdicha de vivir en un país brutal y mezquino. Le llamó Capitán Alatriste, todo un conquistador del mundo literario. El brainstorming quedó inmortalizado en una dedicatoria del escritor en el libro de visitas donde afirma haber creado su personaje universal “desde este lugar tan privilegiado de Madrid.” Todo un hogar de musas.

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Foto: The Idealist

El poeta de la calle y su ruta nocturna

Sabina es un poeta metido a músico que merece aparecer en este recorrido por el Madrid de las letras tanto como Dylan el Nobel de literatura. Puede que no te fascinen sus canciones ni sus ritmos pero a buen seguro que te gustaría descubrir los secretos de sus grandes noches. En 2012 una guía con parte de sus mejores recuerdos nocturnos fue creada a modo de homenaje. Ya es difícil encontrarle apostado en la barra pero su esencia permanece en locales como el La Mandrágora, actual Lamiak en la Cava Baja. Este lugar es ideal para comenzar una noche sabinera a base de birras, pinchos y arte. En la misma calle, aparece otro local donde el cantante se dejaba ver en compañía de unos callos o un suculento rabo de toro: La Botillería de Maxi.

Sabina abandona La Latina para adentrarse en Tirso de Molina, su actual vecindario, al encuentro del flamenco de Casa Patas. En el centro se erige uno de sus recomendaciones foodies habituales debido a la amistad del cantante con Abraham García, chef de su frecuentado Viridiana. Como buen poeta también ha sido parte de la leyenda del Gijón y como integrante de la Movida madrileña, Malasaña ha estado muy presente en sus largas madrugadas juveniles. En la calle Belén, se erige un restaurante cocina mexicana en el mismo emplazamiento de El café, uno de sus lugares predilectos. Aún en pie sigue La Manuela, un referente en cuanto a tascas con encanto en Madrid. Otros lugares de obligado cumplimento eran el también desparecido Café Comercial y Diablos Azules, cuya dueña es pareja de Sabina. Las largas noches de este cantante canalla solían terminar en Taboo, que antes fue Elígeme, el pub propiedad de Joaquín Sabina donde se le podía ver fumando, tomando y riendo con amigos y curiosos. Sus risas aún retumban en la noche de la ciudad.

madrid de los escritoresNobel in love

La vida de Vargas Llosa siempre ha estado relacionada con Madrid de un modo u otro. Cuando le entregaron el Nobel en 2010 por una trayectoria salpicada de grandes títulos como Conversaciones en La Catedral o La ciudad y los perros, el autor peruano confesaba sus rutinas a sus compañeros de El País. El miembro de la RAE llevaba en apariencia una vida modesta sin estridencias a pesar de vivir en una casoplón con servicio o de tener una habitación en el Eurobuilding. Su rutina de entonces incluía un paseo por Argüelles y el Parque del Oeste, un desayuno con café, zumo de naranja, cereales y una tostada al ritmo de música clásica mientras leía la prensa. Después de currar o acudir a alguna sesión de la Academia, Vargas Llosa almorzaba viendo el telediario. Después visitaba el Café Central para, como hicieran muchos literatos antes que él, disfrutar de la inspiración de un buen café en un entorno mágico. Allí pensaba, a veces escribía, otras se juntaba con Günter Grass, otro ilustre asiduo al local. Para finalizar aquellos días, solía pasarse por la Librería Martínez en la calle Mayor y los cines Ideal. Pero desde el año pasado su rutina vital dio un vuelco cuando su corazón palpitó de nuevo con Isabel Preysler. Desde entonces el escritor austero se ha convertido en un foodie selecto. La foto que confirmó el romance para la prensa fue el epílogo de una cena con el mejor sushi de la ciudad en 99 Sushi Bar. Ha disfrutado del estrella Michelín Paco Roncero en el Casino de Madrid de Alcalá presentando su libro Cinco esquinas. También se les ha visto juntos en el exclusivo Hortensio de la calle Marqués de Riscal, donde gozaron de las bondades de la cocina francesa. Un Nobel enamorado de la gastronomía más selecta de Madrid.

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Foto de @thomascanet

La generación X gourmet

El rostro de los 90’s madrileños se llama José Ángel Mañas. Sus libros traspasaron las fronteras de la hoja para quedar enmarcados en el imaginario colectivo de la generación X española con clásicos como Historias del Kronen o Mensaka. La desnudez de sus relatos nos adentraban en el universo callejero de la ciudad al igual que habían hecho muchos de los escritores de los que hemos hablado en este artículo. En 1989, Mañas comienza a salir de copas en el Madrid post – Movida. Le apasionada ir al Bar Jam en la peligrosa Chueca de entonces, donde era posible pillar unas papelas con más facilidad que tomar un combinado de ron. Frecuentaba la 2 de mayo y sus multitudinarios botellones y, de pasada, El Penta, un local que por entonces veía “de treintañeros culturetas”. Su carrera comenzó en 1993 cuando quedó finalista del prestigioso Premio Nadal con apenas 23 años. Con los años no ha perdido su afilada pasión por las miserias urbanas y los relatos de extrarradio. A pesar de ello, el Mañas más allá de sus libros disfruta del Madrid foodie más sugerente. Sus elecciones son sofisticadas y con un punto de vanguardismo que contrasta con el realismo crudo de sus obras. Como confesó hace unos años a El Viajerole encanta el restaurante Sudestada y su cocina contemporánea. También reconocía que le fascina DiverXO, por la “valentía de decorar un tres estrellas Michelín con cerditos voladores.”

El Madrid de los escritores siempre ha tenido mucha relación con la cocina madrileña. Nuestra gastronomía ha inspirado historias eternas, versos apasionados y un sinfín de relatos de pequeños y grandes escritores. Leer y comer son dos placeres que se sientan juntos a la mesa en una ciudad como Madrid.

 

 

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