Me encanta quedar a tomar unas cañas por Madrid. Me gusta porque es encuentro, ver a los amigos, brindar. Es el momento de charla y reconexión. La cultura cervecera moderna es apasionante, los lugares donde tomarse una caña bien tirada se multiplican y cada vez me engancha más la infinidad de posibilidades que tenemos para elegir.
Elegir. Verbo que se conjuga repetidamente en esas quedadas con amigos tan variopintos como queridos. Planeándolo o no, siempre es factible que coincidan el que conduce, la embarazada, el que tiene que trabajar después, la que está a régimen, el que se pasó de copas la noche anterior y yo, la que va probando de todo y gestionando mis apetencias personales a un ritmo particular. Para todos ellos y para mí, hay momentos en los que la mejor decisión es una Mahou Sin.
Quedar en bares con encanto, terrazas cubiertas o deliciosos espacios pop up en Malasaña, La Latina, Chueca o Lavapiés, se ha convertido casi en un ritual (sea verano o invierno, da igual). Para que la velada sea perfecta, añadimos unas suculentas tapas (maridadas con charlas infinitas) y a los amigos…ésos que en ocasiones eligen una SIN porque está igualmente buena.
Una caña bien servida lo es, aunque no tenga alcohol. El placer que nos da compartirlas es inigualable. Y eso ocurre porque hay clase y maestría. Entrad aquí y veréis de qué os hablo. Una caña maestra se descubre por su crema, suave y compacta, que funciona como “tapa” y mantiene su sabor inconfundible hasta el final. Nos encontramos ante una experiencia llena de sabor y frescura.
Mientras escribía estas líneas no me pude resistir. Lo hice bajo los efectos de una SIN muy fresquita y bien tirada. Es lo que tiene elegir bien, en cada momento. Y brindar todos los días por el 2015 que nos ha regalado tan buenos momentos. Si queréis saber más, podéis entrar en su página de Facebook.
